JUANITA CONTRERAS KARLSTROM
1951 – 2020
La melenita rubia de la Juanita era lo primero que uno veía cuando entraba por la mampara izquierda del tercer piso del Centro de Extensión, hacia las oficinas de la entonces Dirección Ejecutiva. Con su voz suave, casi de niña, saludaba al visitante entre llamados telefónicos, el computador, la máquina de escribir, las etiquetas autoadhesivas, archivadores de lomo grueso y las plumas con que hacía preciosas caligrafías para diversos diplomas.
Había llegado a trabajar a fines de los ochenta en el proyecto del centenario de la universidad, donde se coordinaba la campaña de recaudación de fondos para transformar el edificio vecino a la Casa Central donde operaba el Instituto de Humanidades Luis Campino en el Centro de Extensión. Una vez inaugurado, la Juanita se convirtió en secretaria de la dirección ejecutiva, cargo en el que estuvo hasta el año 2008. Pero su personalidad activa, alegre y congregadora hizo que pasara rápidamente a ser una especie de dueña de casa y encargada de recursos humanos y bienestar. Organizaba las más lindas fiestas de Navidad para los niños, alegres dieciochos de septiembre, preciosas celebraciones del Mes de Maria. Era una magnífica productora de eventos, y todo lo que hacía tenía un sello sencillo, humano, cálido. Con ella detrás, el buen clima laboral estaba garantizado, como señaló Patricio Donoso, prorrector de Gestión Institucional con quien trabajara por 10 años “la Juanita era el alma del Centro de Extensión”.
Sus manos eran muy habilidosas, además de hacer caligrafía, tejía (no había recién nacido sin un chalequito de la Juanita) y hacía preciosos collares con piedras. En las horas de almuerzo aprovechaba de ir a la calle Rozas a comprar materiales, y eran también típicas sus idas los jueves a la Virgen de Pompeya, con quien quisiera acompañarla. Muy concurridos y acertados eran también los múltiples talleres que organizaba para los funcionarios, como el de coro, que tuvo un récord de participantes. Creó lazos indestructibles con muchos de sus compañeros de trabajo, quienes tuvimos la suerte de compartir su vida fuera de la universidad y mantenernos junto a ella cuando la salud no la dejó seguir ejerciendo su tan querida labor.
La Juanita siguió sembrando amor luego de salir de la UC. Cultivó la amistad, sus dotes artísticas, y participó en grupos de oración y trabajo pastoral. Su profundo catolicismo y fe se manifestaban en un optimismo a prueba de balas, que conservó hasta el final. Por muy débil que estuviera físicamente, no perdió nunca su alegría de vivir y su buen humor.
Siempre tenía una razón para reír.
Juanita, serás eterna en nuestros corazones y la mejor manera de honrarte es intentando hacer de la universidad un hogar acogedor y alegre, como tú supiste hacerlo para nosotras.
Tus amigas, las colindás