#Teresita2023 desde adentro

Te dejamos un testimonio de la peregrinación anual a Santa Teresa de los Andes, la primera santa chilena, a los 30 años de su canonización.

Sábado 14 de octubre. Hacienda Chacabuco. Seis de la mañana. Miles de jóvenes unidos en una fiesta. Y no una fiesta que terminaba, como muchas que quizás esa madrugada estaban concluyendo, sino una fiesta que comenzaba: La peregrinación anual de Teresa de los Andes, la primera santa chilena, a los 30 años de su canonización.  

Un grupo de estudiantes y funcionarios de la Pastoral UC iniciamos a esa hora nuestra caminata de 27 kilómetros hacia su santuario, en Auco, unidos con miles de peregrinos de la Iglesia de diferentes lugares de Chile. En el recorrido se armó un ambiente de comunión, oración y alegría. Fuimos conversando, rezando, cantando y ofreciendo por muchas intenciones. Fue muy bonito ver la preocupación por quien estaba más cansado, iba más lento. Creo que eso hace parte de nuestro peregrinar en esta tierra: caminar en comunidad hacia nuestra meta que es el cielo y velar por quien está a nuestro lado. La compañía para mí fue muy importante. Todo el tiempo me contagié del buen espíritu de quienes caminaron conmigo. No sé si sola hubiera podido andar al mismo ritmo y con el mismo entusiasmo. Pienso cómo en nuestra vida algunos nos acompañan siempre, otros en cambio, lo hacen durante un tramo de nuestro recorrido, que puede ser corto pero decisivo.  

Quien ha participado de esta peregrinación sabe que la primera parte es en subida, hacia un cerro donde hay una cruz, que indica que nos encontramos justo en la mitad. Durante el camino muchas veces parece que la cruz está cerca y uno se emociona, pero de ahí te encuentras con una curva o una pendiente y la cruz se aleja un poco. Y es lo que pasa también en la vida. A veces pareciera que tenemos a Jesús más cerquita y otras veces parece que se aleja o no sentimos su presencia, pero Él siempre está ahí apoyándonos y esperándonos. En nuestro peregrinaje terrestre también hay momentos de mayor sol, cansancio o donde la pendiente se pone más dura. Asimismo, hay momentos de viento fresco, de un camino más plano y sencillo o de una mejor compañía. En cada una de estas etapas Dios quiere decirnos algo.  

Fue muy emocionante llegar al Santuario, ver a tantos peregrinos reunidos allí y visitar la tumba de Santa Teresa para pedir su intercesión ante Dios. Tuvimos tiempo de compartir, descansar y participar juntos en la Eucaristía.  

Soy colombiana y vivo en Chile hace cuatro años. Antes de venir, leí el diario y las cartas de Santa Teresa de los Andes y también vi la miniserie de su vida. Esto hizo que le tuviera un gran cariño y devoción a esta santa que vivió 19 años y que estuvo sólo once meses en el Carmelo. Me admira saber que ella, 103 años después de su muerte, sigue moviendo tantos corazones y tantas almas, y acercándolos a Jesús a quien tanto quiso en su breve paso por la tierra. Me conmueven su profundo amor a Dios, su capacidad de renuncia y de sacrificio, la valentía con la que fue capaz de dejarlo todo y abrazar la vocación de carmelita. También el cariño tan genuino hacia sus seres queridos y cómo se preocupaba por la salvación de cada uno de ellos, como ella misma lo escribió: “Cuando se ama, todo es alegría; la Cruz no pesa; el martirio no se siente; se vive más en el cielo que en la tierra” (Carta 104).

Santa Teresa de los Andes, ¡ruega por nosotros! 

 

Por Carmen Elena Villa