Impulsada por la Pastoral UC, la Facultad de Artes y la Vicerrectoría de Investigación, una delegación de nuestra universidad llegó hasta Antofagasta para vivir, aprender, investigar y luego crear a partir de esta fervorosa celebración hacia la Virgen de Guadalupe de Ayquina. La devoción popular se manifestó a través de bailes, cantos y ritos que forman parte de esta celebración tradicional en esta localidad de la provincia de El Loa.
El pequeño poblado de Ayquina, ubicado a 3.000 metros sobre el nivel del mar, a 74 km de Calama, congrega todos los años en septiembre a miles de personas que se visten con trajes especiales para conmemorar a la Virgen de Guadalupe, patrona de esta localidad. Con bailes, música y coloridas vestimentas se celebra esta fiesta religiosa que tiene su momento cúlmine el 8 de septiembre a las 00.00 horas, momento cuando se le canta el Cumpleaños feliz a nuestra madre, María.
Desde hace tres años, una delegación de la UC participa en esta fiesta. La Pastoral UC lidera la iniciativa, en conjunto con la Facultad de Artes, y las direcciones de Investigación, y de Artes y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación están a cargo de patrocinar la actividad. Gracias a este esfuerzo conjunto se lanza un concurso dirigido a estudiantes de pregrado para realizar una residencia artística. Se trata de una pasantía de investigación para que vivan la fiesta en terreno y luego creen una obra inspirada en lo observado.
Este año, la delegación estuvo compuesta por nueve estudiantes, cuatro profesores y tres integrantes de la Pastoral.
¿Qué es una residencia artística?
Se trata de una experiencia académica que, en este caso, consiste en la participación y vivencia de los estudiantes de toda la experiencia en esta fiesta de Ayquina. El proceso constó de una investigación en terreno, a través de testimonios de participantes de la fiesta (músicos y bailarines), y de ser testigos presenciales de la gran celebración del cumpleaños de la Virgen en todo su esplendor. Además, se incentivó la reflexión interdisciplinaria y transdisciplinaria —teatro, música, arte, teología, college y arquitectura—, para dar cuerpo a la creación en taller, que asentaría las bases creativas del proceso posterior a la residencia en terreno.
Este proceso de observación de los y las estudiantes de la residencia fue plasmado a través del registro en múltiples medios de expresión, tales como croquis, fotografía, video, grabación de sonido, notas de campo y bitácora de viaje. Actualmente, los estudiantes junto a sus profesores se encuentran en la fase de las jornadas posteriores a la residencia en el territorio, que han fomentado el diálogo y creación de una estructura creativa colectiva, en donde convergen las distintas miradas y perspectivas de cada estudiante.
Este esqueleto creativo colectivo se transformará en la estructura base para la organización de una muestra final, abierta a la comunidad UC y público general, que se realizará en el Centro de Extensión del Campus Oriente el jueves14 de noviembre, a las 19:00 horas.
Diez años de residencia artística
Catalina Salazar, coordinadora de Investigación y Creación de la Pastoral UC, relata que el proyecto de la residencia artística este año cumplió 10años. En esta década, se han visto muchos frutos en el acercamiento del arte con la fe. Además, explica que el objetivo de esta pasantía es generar una instancia de reflexión, investigación y creación interdisciplinaria desde la observación de una fiesta religiosa, promoviendo la sensibilización estética de los participantes y un acercamiento a la experiencia de fe popular.
Por su parte, el pbro. Javier Concha, asesor de la Pastoral UC, quien estuvo presente en la fiesta de Ayquina, expresó: “La residencia ha tenido una riqueza muy grande en cuanto a aproximarse, en primer lugar, a una fe que se encarna en una cultura específica, o sea, tomar la riqueza del pueblo andino y cómo eso también, a partir de la experiencia de Dios, va generando una expresión nueva, muy particular. Y eso hace que nosotros podamos valorar, en primer lugar, las experiencias personales, de fe y de trascendencia”. El sacerdote compartió que la fiesta permite valorar las experiencias de cómo este pueblo, desde sus costumbres, va asimilando esta experiencia con Dios y la va expresando de un modo nuevo. Eso siempre enriquece la experiencia personal de cada uno de los estudiantes. “He estado estos tres años en la residencia, precisamente desde que comenzó en Ayquina, y una de las cosas más bellas de las que me voy dando cuenta es que la comunidad UC va generando una presencia, es decir, de a poco nos vamos haciendo parte de la fiesta. La comunidad universitaria comienza a generar un lugar en la celebración. Es muy bello también que este pueblo nos ha acogido de una manera muy particular. Para ellos es muy bueno que nosotros vengamos, porque les permite expresar y testimoniar su fe”, destacó el capellán del Campus Oriente.
En representación de los académicos que viajaron al norte, Federico Aguirre, de la Facultad de Teología, recalcó: “A través de la residencia, los estudiantes se abren a una relación con el territorio y con las comunidades. Una de las cosas que llaman la atención en las fiestas religiosas es que se trata de una expresión unitaria: uno no puede separar el baile de la música, de la indumentaria, de los elementos plásticos. Entonces, creo que los estudiantes se dan cuenta de que sus disciplinas artísticas particulares, en el fondo, forman parte de una cadena de expresiones que dan forma a la cultura”. El profesor también comentó que estas experiencias sostienen a la Iglesia en Chile y en Latinoamérica: «Son espacios donde el laicado asume un rol protagónico y donde podemos ver una experiencia de fe muy viva y muy relacionada con la alegría, y creo que para la teología esta es como la materia prima para el estudio de la experiencia de Dios.
Valoración de la religiosidad popular
Luego de pasar una semana en Ayquina, la estudiante de la Escuela de Teatro, Victoria Fleming, compartió una profunda reflexión sobre su experiencia: encontró en las festividades religiosas, y el arte de la danza, una conexión espiritual y personal que transformó su visión del arte escénico.
Victoria comentó que lo que más la impactó fue la idea de comunidad y familia que se vive en esta fiesta de religiosidad popular: “Es una sensación de unión, de grupo, de apoyo mutuo, y eso es algo que me llevo profundamente”, relató. Para ella la danza adquirió una connotación sagrada, convirtiéndose en una vía para expresar y compartir la pureza y espiritualidad de estas vivencias.
El estudiante de Arquitectura, Domingo Acuña, compartió que la motivación central para involucrarse en esta iniciativa radicó en su preocupación por lo humano, en la necesidad de reflexionar sobre el sentido de la vida colectiva y en cómo las dinámicas sociales se tejen en torno a preguntas existenciales fundamentales. Uno de los aspectos que más llamó su atención fue la posibilidad de conocer de manera cercana a los bailarines: «saber quiénes están detrás de las máscaras y bajo los trajes, fue increíble. La oportunidad de entrar en sus casas y escuchar sus historias personales resultó reveladora, mostrando cómo la fe se plasma en una impresionante manifestación de colectividad y organización”, recordó. La observación artística de Domingo fue profundamente inspirada por los contrastes que vivió en la festividad: el dinamismo de la fiesta, marcado por el ruido, el movimiento y el baile, en contraposición a los momentos de silencio y quietud. “Ese momento en el que el polvo flota en el aire y todo queda suspendido en el tiempo es, para mí, un motor gigante de creación artística”, destacó el estudiante. La integración de estas experiencias —tanto los grandes momentos festivos como las pequeñas conversaciones íntimas— alimentaron su sensibilidad artística, permitiéndole profundizar en su visión del ser humano y las conexiones que lo sostienen.
En el caso de Camila Salinas, estudiante de quinto año de Teología, lo que la impresionó fue el fervor de las personas que participan en la festividad, quienes a través de la danza y la piedad manifiestan su devoción a la Virgen: «Fue súper generoso cómo nos abrieron sus historias, cómo nos mostraron sus atuendos y nos invitaron a conocer más a Dios y a la Virgen», comentó. Para ella, esta entrega desbordante de alegría y fe transforma el paisaje del desierto, que pasa de ser un lugar árido a uno lleno de vida y color, gracias a los bailes y las manifestaciones creativas de la comunidad. Un aspecto que Camila destacó con especial admiración fue la dedicación y el detalle que los bailarines ponen en sus trajes y maquillajes, así como los gestos cotidianos y afectuosos que a menudo pasan desapercibidos: «Me impresionó ver los rostros tan preparados, los detalles en la ropa y también esos detalles ocultos, como la señora que le da agua al bailarín o el hijo que le dice ‘mamá’ para animarla», apreció la estudiante. Consciente de la riqueza de esta experiencia, Camila buscó formas de capturar y compartir lo vivido, tomando fotos y grabaciones que puedan mostrar el contraste entre el desierto y la alegría vibrante de la fiesta. «Sueño con poder compartir esta experiencia a través de un video o un relato, para encender en otros el anhelo de vivirlo», expresó. Su objetivo no es solo mostrar lo que vivió, sino inspirar a otros a participar en la residencia artística y experimentar, por sí mismos, la riqueza espiritual y cultural que ofrece Ayquina.