La contemplación como reencantamiento del oficio

Columna del académico Enrique del Río, profesor de Taller de la Escuela de Arquitectura UC, y miembro del Consejo Académico Pastoral.

Me parece que, casi siempre, en nuestra Universidad se toma nuestra fe en relación con la sociedad en los momentos que hay que tener una opinión ética o moral y también, frente a urgencias sociales. Ambos son indispensables, aunque también hay que hacer explícito la relación entre Fe y nuestros oficios, en cuanto a entregar, en aulas y talleres, herramientas propias de la fe para adentrarnos en la realidad a la cual nos debemos. Existe una riqueza enorme en el patrimonio de la Iglesia que podemos compartir, seamos creyentes y no.

El acto de contemplar es propio de nuestra Fe, como también de nuestras disciplinas en la universidad. Es la manera de relacionarnos con la realidad, el tiempo para entender, interpretar y actuar en lo que nos toca vivir. La contemplación debiera marcar toda forma de conocimiento universitario, porque en ella, amor y conocimiento van juntos. “Se ama lo que se conoce y se conoce lo que se ama” (frase atribuida a Leonardo da Vinci que parece de San Agustín).

La contemplación es en primera persona, estamos todos en “primera fila”. Muchas veces nos angustiamos por un conocimiento que no tenemos, pero el valor de las opciones que se me presenten estarán en mi fidelidad a un camino propio, esa libertad se va construyendo de a poco, con trabajo y paciencia.

Este acto de contemplar nos permite valorar todo lo recibido. Agradecidos de tanta riqueza de la condición humana, a través de la cual podemos, y debemos, entender nuestro trabajo como una devolución. Amar no es sólo regalar algo, sino que es uno mismo el que se hace presente; ahí está el sentido de nuestro trabajo. 

Para este contemplar se requiere una “distancia justa” en cuanto tiempo y espacio: ni muy lejos ni muy cerca. Muy lejos no nos permite ver ni estudiar, y muy cerca, no podemos distinguir al otro. Recibir profundamente la realidad y volver a ella en nuestro hacer, cuidando la totalidad del hombre. Y es que el hombre merece respeto, ser mirado cuidadosamente, es sagrado; en ello radica su dignidad. 

El goce de no entender todo, frente a una realidad tan rica y profunda. Contemplar para saber esperar con la certeza de una claridad futura. 

Como dice Jerónimo Nadal, SJ, “contemplativos en la acción”, y que San Alberto Hurtado acota “mi acción es mi oración”. De esta forma se unen mi reflexión y mi actuar.

 

Enrique del Río

Profesor de Taller, Escuela de Arquitectura UC

Consejo Académico Pastoral